La profesión de profesor de Educación
Básica entraña retos y exigencias que
son precisos, unos conocimientos y unas competencias, así como una preparación
específica y un proceso de progreso en la carrera profesional.
La tradicional misión del profesor
como «transmisor» de conocimientos ha quedado relegada a un nivel secundario
para priorizar su papel como «facilitador» de los aprendizajes de los estudiantes.
En esta nueva situación el profesor se convierte en un mediador, un guía, un
orientador, es decir, se revaloriza la función más formativa del profesor, la
de ayudar al alumno a aprender con el objetivo de que él luego sea capaz de
hacerlo autónomamente.
Como consecuencia de todos estos
cambios, la docencia se vuelve más compleja, porque no sólo exige conocer bien
la materia que se ha de enseñar, sino también cómo aprenden los estudiantes
cuyo aprendizaje ha de guiar y exige, además, conocer los recursos de
enseñanza que se adecuen mejor a las condiciones en las que va a llevar a
cabo su trabajo.
Como afirma Donnay (1996), uno de
los ejes fundamentales que definen esta profesionalidad renovada es, sin duda, la reflexión sobre la práctica. Este principio es
una condición indispensable para garantizar la capacidad de los profesores para
adaptarse y, si es posible, prever los rápidos
cambios que la nueva sociedad de la información plantea a sus tareas
profesionales. Otro aspecto fundamental que define el perfil profesional del
docente es el del trabajo en equipo y la
colaboración. Caminar hacia una cultura de la colaboración frente a la
cultura actual en la que siguen persistiendo actitudes de confrontación y
aislamiento. La cultura de la colaboración es una de las estrategias
fundamentales para la innovación, así como para el desarrollo profesional, ya
que es un elemento que origina satisfacción en los sujetos, lo que influirá
decisivamente en la calidad de la institución.
La idea del portafolio es una idea
prestada de otros ámbitos profesionales: artistas, fotógrafos y arquitectos
tienen sus portafolios, en los que muestran lo mejor de su trabajo. El
portafolio docente supone un giro no sólo metodológico en relación con los
modelos anteriores de análisis o evaluación de la enseñanza, sino también teórico,
ya que una de las características que lo definen es la de que sea el propio
profesor quien prioritariamente asuma el proceso de recogida de la información
pertinente sobre sus actuaciones docentes y quien tiene el derecho y la
responsabilidad de demostrar su profesionalidad. Esta estrategia se basa,
fundamentalmente, en el hecho de que la calidad de la enseñanza es un
«constructo» multidimensional y que como tal exige una aproximación holística y
comprensiva de la misma.
La evaluación se considera más como
«un camino» que como «una meta» y tiene, por tanto, como principal objetivo la
mejora continua, es decir, contribuir a la formación permanente.
Tomado de:
El portafolio docente como
estrategia formativa y de desarrollo profesional.
Amparo Fernández March
Universidad Politécnica de Valencia
Universidad de Valencia
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